Esta semana, después de muchos meses de tejer vuelta a vuelta, Aldabra por fin terminó la chaqueta. Y es que claro, yo me pongo a su ladito en el sofá y me voy arrimando, y la miro con ojitos tiernos y ella no se puede resistir, y deja aparcada la labor y se pone a acariciarme hasta que me duermo.
¡Ay, hogar dulce hogar!